Si alguna vez me preguntan por qué he tenido “tantos
hijos”, mi primera reacción es de sorpresa y luego pienso ¿y por qué no?
Me siento plenamente satisfecha de poder tenerlos
cuando hay muchas mujeres que aun queriendo ser madres, no pueden físicamente
hacerlo y tienen que recurrir a la ciencia para lograrlo o bien adoptar hijos
ajenos con una gran dosis de generosidad.
Me
siento doblemente afortunada de haber conocido a mi marido y que ambos
compartamos los mismo valores y hayamos dado la importancia que tiene a formar
una familia aun a costa de haber sacrificado, a veces, nuestro tiempo o
aficiones y otras hayamos tenido que hacer malabarismos con el trabajo para llegar
a todo, o al menos intentarlo. Me siento triplemente afortunada porque ambos
hemos tenido unos padres y un entorno familiar que nos ha educado con unos
valores y en la cultura del esfuerzo que nos ha hecho pensar que los hijos no
son una carga, sino un regalo maravilloso que merece la pena.
También
me siento inmensamente afortunada porque “mis princesas” pese a tener días,
como todos, van respondiendo a la técnica oriental del gota a gota, es decir, aunque no se consigue todo siempre
a la primera, antes de que se desborde el vaso las cosas van saliendo y veo que
somos capaces de transmitir esos mismos valores y principios que nuestros
padres tanto empeño y esfuerzo personal pusieron en inculcarnos a nosotros. Así
que, realmente, para mí lo normal es haber tenido hijos, cuatro o los que
hayamos podido tener, porque cualquier niño desea un hermano, no sólo por el
capricho como cuando te piden una mascota o un juguete caro, está dispuesto a
compartir con él no sólo sus juguetes sino el cariño de sus padres, porque en
el fondo sabe que este cariño se multiplica exponencialmente cuanto más extensa
es la familia.
Además,
según crecen, es ley de vida, saben que sus hermanos siempre estarán a su lado
en las alegrías y en las penas, en una palabra: no estarán solos. Por eso, como
mujer, me siento orgullosa de haber podido ser madre y junto a mi marido haber
sido capaz de iniciar y ver crecer una maravillosa familia que pueda a su vez
en un futuro no muy lejano constituir las suyas propias. Qué mejor ejemplo para
nuestros hijos que, nos vean disfrutar con la familia en los momentos buenos y
en los no tan buenos, con espíritu valiente y alegre, dispuestos a afrontar el
día a día todos juntos.
Este
ejemplo que nos han dado nuestros padres y abuelos es lo que está posibilitando
que en los momentos actuales tengamos a quien recurrir y encontrar consuelo,
cuando las instituciones no son capaces de adaptarse a los cambios a la
velocidad deseada. Ahora bien, ¿Qué ejemplo estamos dando
nosotros a nuestros hijos? Cuando ellos o sus hijos encuentren dificultades
similares a las actuales, ¿Tendrán una familia
extensa, unos hermanos en los que apoyarse?
Lamentablemente
las perspectivas no son muy buenas con 1,3 hijos de media por mujer.
Así
que cada día me sorprendo más cuando alguien me pregunta que por qué he tenido
tantos hijos, y eso que sólo son cuatro.