La
sociedad civil representa la voluntad popular liberada de la mediatización
política, sin la carga ideológica de los partidos y los medios de comunicación.
Es la voz espontánea y sin intereses partidistas, que busca soluciones reales a
problemas reales de los ciudadanos; problemas graves como la fuerte
crisis económica, con millones de hogares sometidos al drama del desempleo y
con un horizonte muy negro para el futuro profesional de nuestros hijos, al margen
de los esfuerzos que realicemos por su educación y formación.
En
este contexto, está claro que se ha producido el despertar de la sociedad
civil. Los ciudadanos se han cansado de esperar, han decidido erigirse en
protagonistas de la historia, protagonistas de un cambio que se hace necesario
pero que no termina de articularse. Hemos visto recientes iniciativas
ciudadanas de gran calado, movimientos que piden un cambio en las estructuras
políticas y de gobierno, más flexibles, más prácticas, donde tenga mayor cabida
la voz de los ciudadanos. Manifestaciones masivas e iniciativas legislativas
populares son ejemplos de esta fuerza con la que ha irrumpido en la esfera
política la sociedad civil. Herramientas como Internet y particularmente las
Redes Sociales, son además una magnífica vía para canalizar el torrente
creativo de la sociedad civil, que dispone así de medios muy eficaces para la
movilización y la concienciación.
Aunque
España no es un país con una larga trayectoria de movimientos civiles, no
es un país con demasiada cultura asociacionista, estamos asistiendo a un
innegable renacer de la sociedad civil, como consecuencia del desencanto que
han sufrido los ciudadanos respecto de la clase política, ante su falta de
liderazgo y de ideas, reiterados casos de corrupción y mala gestión de los
fondos públicos.
Sin
embargo, es fundamental el papel mediador de las entidades e instituciones
sociales, que pueden articular y vertebrar la participación ciudadana en las
cuestiones que les preocupan y les atañen, porque el pueblo tiene voz y quiere
ejercerla, quiere participar activamente pero hace falta canalizarla.
El
papel de la sociedad civil es importante porque ilustra el protagonismo que
deben y quieren tener los ciudadanos en el debate y resolución de las
cuestiones y problemas que les afectan. Es necesario que el
esfuerzo colectivo no se desborde y que se haga de manera ordenada, coherente y
optimista, porque sólo con ilusión se pueden superar los desencantos y las
crisis. Y ese es el caldo de cultivo idóneo para que surjan asociaciones y
organizaciones, en su mayoría sin ánimo lucrativo, que pueden canalizar y
centralizar los esfuerzos y demandas de manera eficaz, que eviten que las
demandas sociales caigan en saco roto. España tiene mucho camino que recorrer
en este sentido pero igual que hemos mejorado en otros parámetros como
cultura, educación o economía, no debemos descuidar este área que, de hecho, es
la más clara manifestación de nuestra democracia y de nuestros derechos como
ciudadanos.